Mostrando entradas con la etiqueta Teoría de la Arqueología. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Teoría de la Arqueología. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de enero de 2012

¿El futuro de la Arqueología?

Hace bien poco cayó en mis manos un libro titulado "El futuro de la Arqueología en España". Editado por Jaime Almansa, se compone de 45 artículos de opinión sobre el porvenir de nuestra disciplina. Las opiniones, ideas, conocimientos y experiencias que allí se vierten son fundamentales.


Como fundamental es también la iniciativa que se comienza a mover desde su blog: http://elfuturodelaarqueologia.blogspot.com Se busca la unión de los arqueólogos como colectivo trabajador para reclamar un estatus laboral similar al albañil, al abogado o al arquitecto. Se busca una lluvia de ideas que permitan una reflexión sobre cómo podemos mejorar nuestro contacto con la sociedad de la calle. Se busca... en fin, entrad, leed y escribid vosotros mismos.

Yo ya lo he hecho y se ha publicado en el blog mi opinión sobre el futuro de la Arqueología (http://elfuturodelaarqueologia.blogspot.com/2012/01/capitulo-48.html), entrada que copio aquí literalmente:



"Profesionalizarnos para trabajar, y no viceversa
Pablo Aparicio Resco

Había algo que me aquejaba desde hacía tiempo. Una pequeña espinita que clamaba por escapar. Un problema que necesitaba solución urgente: me encontraba estudiando Historia del Arte y quizás no estuviera tan preparado como debiera para acudir a una excavación, para inmiscuirme en el mundo de la arqueología. Por desgracia –y no precisamente para mí– no tenía nada de qué preocuparme.

El sol brillando sobre mi cabeza. Rodillas en el suelo y paletín en mano, llegó el día. Resulta que la gente con la que excavaba codo con codo, en su mayoría estudiantes de Historia, tenían los mismos conocimientos que yo para realizar aquella práctica. Las supuestas asignaturas de arqueología que a todos nos habían impartido en la facultad –incluido a mí– habían sido en realidad un sucedáneo de Historia Antigua, Arte Antiguo e Historia de los Primeros Exploradores. Surgía entonces, tras unas cuantas campañas en las que llegaban “reclutas” igual de preparados que yo en mi primera vez, una terrible pregunta: ¿es que acaso cualquiera vale para hacer arqueología? Eso parecía.

Hoy me acosa otra de igual calibre: ¿es que acaso ninguno valíamos para hacer arqueología? Desgraciadamente, me temo que así es: la cantera de arqueólogos no se encuentra en las universidades sino en los yacimientos. A fuerza de consejos “a pie de obra”, fallos y errores, y mucha práctica, se forman los peones de la arqueología, supervisados, eso sí, por todo tipo de alfiles, torres, caballos, reyes y reinas en continuas guerras y disputas. Todo ello da pie a que se considere válida para excavar a gente proveniente de un amplísimo arco de estudios delimitado según su cercanía a la Historia. Esta situación es, sin embargo, comprensible e indispensable para que surjan arqueólogos ya que no existe en España ninguna titulación específica de nuestra disciplina –en la actualidad, y sin ninguna promoción todavía, existen solo tres universidades que imparten un dudoso Grado de Arqueología–.

Este sistema en el que hay que trepar desde el barro ayudado por un fuerte autoaprendizaje, esquivando las zancadillas de todos aquellos que se niegan a perder el protagonismo schliemaniano, es la causa de que hoy la sociedad considere la arqueología como algo que hacer en los veranos, como un romántico hobby de tiempo libre. Es la causa de que la Arqueología no esté considerada como una profesión más, en la que también se suda, también se duerme poco y mal, también se ve poco a la familia, también se lucha con la burocracia. Y, para colmo, se ganan cuatro duros. Para que luego te digan que “son cuatro piedras”, que “¡Anda! ¡Como Indiana Jones!” y que “no nos cansaremos mucho dándole al pincel”.

Creo que, de cara al futuro, es extremadamente necesaria la profesionalización de nuestra disciplina. Por lo pronto, estableciendo una titulación universitaria propia y reconocida que se imparta en toda España. Y no basta con cambiar el hábito y no al monje, cosa que me temo que se está llevando a cabo, no basta con cambiar el nombre y no los contenidos: es necesario que se imparta y se enseñe una arqueología actual, pública, social y patrimonial. Es imprescindible la puesta en marcha de la enseñanza de una arqueología técnica que verdaderamente prepare al arqueólogo para ser capaz de llevar a cabo, con las mejores armas, los tres pilares de su disciplina: la excavación, la investigación y la divulgación. Sin ello jamás conseguiremos un reconocimiento como lo que al fin y al cabo somos: trabajadores.


Pablo Aparicio Resco
Nacido en 1989, soy estudiante del último año de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid. He participado en campañas de excavación en diversos yacimientos de España, la República de Macedonia e Italia. Durante el año pasado estuve estudiando Arqueología en la Universidad de Roma Tre y excavando en dos yacimientos de esta ciudad."


Gracias a Jaime Almansa por permitirme ese hueco ("tu dame hueco, que habiendo hueco yo ya..." como diría Jose Mota) en el blog y por dar la oportunidad para que todos los que lo deseemos nos expresemos en torno a este importantísimo tema de futuro. 

Pablo Aparicio Resco

jueves, 29 de diciembre de 2011

Arqueóloga

Hoy os traigo algo que la arqueóloga Rocio Cuadra rescató de internet y difundió desde Facebook:

Digging.

"Hola. Soy arqueóloga... no, guardad las antorchas, por favor. Al menos, que me dé tiempo a explicarme.

Usted, señor ferralla, me dijo que nosotros somos culpables de la crisis por parar las obras. Usted, señor encargado, me comentó que por cuatro piedras no podemos liar tanto. Usted, señor albañil, me dijo lo único que hacíamos era molestar. Usted, señor peatón, nos gritó que dejásemos de quitar ...trabajo a la gente.

Pues bien... no es así, por mucho que repitáis las mentiras.

No, señor ferralla, no. La obra no estuvo años parada por motivos arqueológicos, pues se cumplió con el plazo de excavación -un mísero mes a pico y pala- y se entregó el informe a tiempo. Pregunte a la constructora, aquella que le paga una miseria, por qué esperó cinco años, no al arqueólogo.

No, señor encargado, no. No son cuatro piedras. Son muros, suelos, pozos, piletas, torres, murallas; son restos cerámicos, son enterramientos, son fosas. Son restos del pasado que llegan hasta el presente para un futuro mejor, un futuro de cultura y conocimiento, alejado de su querido presente de ladrillo y cemento, de mientras más rápido y por menos mejor.

No, señor albañil, no. No molestamos, hacemos nuestro trabajo al igual que usted hace el suyo. Nosotros ponemos las soluciones siempre que podemos para trabajar juntos cuando podríamos tomar caminos más fáciles para nosotros y más duros para usted. Mientras usted menosprecia nuestro trabajo, pisando esas "piedras" que hemos limpiado con tanto esmero, nosotros respetamos el suyo.

No, señor peatón no. Olvida que somos trabajadores también. Licenciados que tras años de carrera bajan al pie del cañón para hacer aquello que les apasiona con sueldos de mileurista en el mejor de los casos, tragando polvo, empapándonos con lluvia, hundiéndonos en barro, con el sol de agosto sobre nuestras cabezas durante horas. No quitamos trabajo a nadie: cumplimos con la ley con nuestras actuaciones, y dejamos trabajar al resto, durante y/o después de nosotros.

Sí, soy arqueóloga... y a muchísima honra. Es hora de que empecéis a respetarnos."

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sudemos y limpiémonos como dios manda.

Los arqueólogos no solo sudamos dándole al pico y a la pala bajo el sol sofocante de mediados de Julio. A veces también sudamos sentados y tras el escritorio.

Acabo de leer una correcta (y encubiertamente desesperada) petición de fondos para que arqueólogos españoles puedan continuar trabajando en la III Campaña de Excavación del Proyecto Visir Amen-Hotep, en el turbulento país egipcio. En el papel se veían todavía las gotas de sudor, un sudor culpable, de aquel que tuvo que firmar (por favor) esa mendicante circular.

En los tiempos que corren, cuando un arqueólogo tiene que sentarse de esta manera a la puerta de la iglesia sufre como mínimo de sudores fríos, acaloramientos repentinos y rubor agudo. Sabe que no es nada fácil pero, para él, es necesario. Se encuentra entre la espada y la pared.

Existiendo un auténtico ejército de parados en la actualidad española, en un momento en el que se están podando indiscriminadamente fondos a la educación y a tantas otras necesidades más,  ¿Con qué cara se atreve un profesional a pedir dinero para estudiar una tumba en el lejano Egipto?

Desesperante sería relatar las innumerables batallas morales que se libran continuamente en las cabezas de arqueólogos, historiadores, filólogos, y demás esclavos de la cultura, que sienten que sus elevados estudios no merecen quizás recibir un dinero que pertenece a la sanidad de los más pobres, a la educación de los más pequeños y al estómago de los más hambrientos.

Pese a todo, su trabajo, no solo presente, sino futuro, depende de esos proyectos que constituyen una posibilidad única. Son terribles las preguntas que quitan el sueño a los profesionales del paletín: ¿Es inútil a la postre mi trabajo? ¿Qué puede aportar que excave y estudie éste pedazo de tierra? ¿Estoy engañando a aquellos que están pagando este proyecto?

Solo existe un pañuelo que pueda limpiar estos sudores del arqueólogo: el del trabajo honesto. Sin embargo, éste debe combinarse indiscutiblemente con la presentación de resultados reales y convenientemente veloces. Inútil es excavar la más interesante de las tumbas si sus secretos van a quedar enterrados de nuevo en archivos olvidados de universidades. El verdadero insulto a la sociedad reside en aquellos que, tras atracar al Estado, apuñalarle por la espalda y engañar a todos los españoles, desperdician el dinero en rellenar sistemáticamente los sótanos de los museos de polvo y piedras rotas depredadas en fingidas excavaciones. Eso no es Arqueología.

Arqueología es visitas, libros, guías, imágenes, documentales, historia e historias, leyendas y misterios, exposiciones, cine, lágrimas y emociones, preguntas y respuestas. Arqueólogos e investigadores también debemos producir y nuestro producto tiene que llegar a todos aquellos que lo han pagado. Esa es la única forma de lograr una justificación moral a nuestros sudores y de recobrar de nuevo el sueño.

Ahora, más que nunca, es momento de demostrar que la arqueología no es ningún saco roto. Seamos arqueólogos de verdad y demos a todos aquello por lo que siempre han estado pagando.

Pablo Aparicio Resco
@ArcheoPablo

martes, 6 de septiembre de 2011

¿A qué precio tienes la cultura?

"Ya tendremos una conversación sobre dar golpes en la mesa", me decía alguien hace poco. Y la verdad es que posiblemente tenga razón. Desde hace no mucho no hay mesa que se me ponga por delante y que no reciba un buen puñetazo. Me voy a destrozar las manos. Pero es que, según están las cosas, perdónenme pero es imposible no verse rodeado de bolsas de punching.

El conformismo y el "enchufismo" se han apoderado completamente de la cultura. Los dinosaurios de las universidades se creen poseedores de una verdad eterna que, para colmo, solo ellos pueden entender. Las clases bajas, el populacho informe, inútil e inculto, no tiene ya derecho a nada más que a gastar su dinero en panfletos oportunistas que, disfrazados con grandilocuentes perlas como "Tesoros de...", "Misterios de...", "La verdad de...", constituyen una nueva forma de terrorismo contra la inteligencia. 

Pan y circo para el pueblo, también en bolsitas de cultura. Pan rancio y circo cutre que ya están cansados de engañar a nadie. Lo que alguna vez fue llamado "cultura" está semidesnudo y drogado en un hotelucho de mala muerte, prostituyéndose en las manos de los grandes magnates de la economía, temerosos de que cualquier nueva fórmula -que saque al público de las exposiciones populistas, las excavaciones monumentales o los museos/feria- pueda restarles algún pequeño céntimo de su bolsillo. 

Más vale malo conocido que bueno por conocer, dicen. Pero lo malo se puede tornar en terriblemente pésimo. Y la gente ya está harta y atontada de siempre lo mismo. Acceder a la cultura resulta tedioso, aburrido e imposible por el oscuro e intrincado lenguaje que los universitarios imponemos a nuestros trabajos o resulta infantil, insultante y repetitivo si se "ferializa" y comercializa en versión "para tontos". 

La gente debe ser capaz de entender el porqué de nuestro trabajo para que éste tenga sentido. Desde nuestros tronos de "excelencia" estamos ciegos, sordos y peor que mudos: balbuceamos un lenguaje que nadie comprende. Es hora de que la cultura sea planteada desde arriba de forma inteligente y solidaria. La cultura es patrimonio de todos, no de los pocos avariciosos que nos dedicamos a estudiarla de arriba a abajo. Todos tienen derecho a que ésta se les presente en su lenguaje y sin malabarismos ni payasos. 

Los jardines de la cultura tendrían que ser objeto de nuestro trabajo y lugar de disfrute y emociones para todos y, tristemente, se han convertido en sucias fábricas de inutilidad, conformismo, credulidad y torpeza mental. ¿Qué es este chiste para el que muchos estamos estudiando y trabajando? ¿A qué demonio estamos vendiendo nuestra alma? Viéndolo así, resulta incluso comprensible que no se invierta en cultura, siendo algo contaminado, adulterado y flácido. 

En fin. Como si no hubiera suficientes razones para dar puñetazos en la mesa.


Pablo Aparicio Resco

miércoles, 27 de julio de 2011

Lewis Binford y el hombre del autobús.



"Hace algún tiempo, en el autobús, un señor de edad me preguntó qué hacía. Yo le dije que era arqueólogo. Él replicó: "Eso debe ser maravilloso, porque lo único que se necesita para tener éxito es suerte". Tuve que convencerle de que su punto de vista sobre la arqueología no era el mío. Él tenía la idea de que el arqueólogo "desentierra el pasado", que el arqueólogo con éxito es el que descubre algo que no se había visto antes, que todos los arqueólogos emplean sus vidas yendo de un lado a otro con el fin de realizar descubrimientos espectaculares. Es ésta una concepción de nuestra ciencia quizás apropiada para el siglo XIX, pero que no se ajusta a la naturaleza de la arqueología tal como se practica hoy en día, al menos en los términos en los que yo la concibo. [...] Como muchas personas, el caballero del autobús estaba bastante equivocado al creer que el arqueólogo "descubre el pasado". El registro arqueológico está aquí, con nosotros, en el presente. [...] Es una parte importante de nuestro mundo contemporáneo y las observaciones que hacemos sobre él están aquí y ahora, son nuestras contemporáneas. [...] El único modo de poder entender su sentido es averiguando cómo llegaron a existir esos materiales, cómo se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy."

Lewis Binford, padre de la Arqueología Procesual.