jueves, 7 de mayo de 2009

Filippo Lippi y su Madonna en la ventana




Esta es sin duda una de las obras más bellas del Renacimiento Italiano. Se encuentra en la Galería de los Uffici, en Florencia, y es obra de Filippo Lippi (1406-1469).

Pocas veces se ha concentrado en una misma obra tal delicadeza, tal brillo de pureza, tal cantidad de belleza. En el momento en el que realiza esta pintura, hacia 1464, tiene como aprendiz a Sandro Botticelli, y es comprensible así que este último llegue a realizar más adelante obras como el Nacimiento de Venus.




Lippi inicia, como se puede ver en la obra, la relación entre el Hombre y la Naturaleza, rompe el fondo para presentar un mundo repleto de árboles, colinas, pájaros y rios. No lo define plenamente, pero lo esboza, coloca la Virgen como nadie había hecho antes, delante de una ventana que se abre más allá de las urbanas calles de Florencia.

Quizás por temprana influencia de Lippi, Luca della Robbia realiza una gran obra con una virgen con niño delante de una ventana abierta. Pero Luca no ha entendido el sentido que imprime Lippi a la obra. Luca la plasma, con su maravillosa técnica de la cerámica esmaltada, también delante de un florido marco de ventana y apoyada en una silla de la que vemos también el reposabrazos. La fecha de creacción es incierta, pero posiblemente fuera hecha entre el 65 y el 70. Luca ha podido ver lo de Lippi y sin embargo el paisaje está ausente, únicamente vemos cielo azul, no enlaza la figura humana y la Naturaleza.



Por otro lado, recomiendo volver arriba y observar ese rostro finísimo de la Virgen de Filippo Lippi. La vemos como ausente, hace caso omiso a los brazos de su hijo, así son las figuras de Lippi, están a sus asuntos, ensimismadas. Sin duda eso le confiere una hermosura especial. El marco azul da una serenidad inigualable que se ve enfatizada por el vestido de la Virgen.




Pero contemplad de nuevo su rostro... está lleno de lirismo, de música. El verde nostálgico de sus ojos armoniza con la naturaleza de su espalda, tiene el alma llena de vida, de luz, de belleza. Se siente que es una mujer hermosa tanto por fuera como por dentro y el tocado de su cabeza acompaña esa bondad del cuerpo y la belleza de su alma juega con los ligeros toques de brisa que hacen danzar uno de sus mechones. Tiene una mirada tan trasparente y pensativa como el paño que le cae desde la parte trasera de la cabeza y le continúa por el hombro derecho.

Es un juego de nostalgia y vida, de ensimismamiento y belleza, como no se ha visto hasta hoy en el arte y, por supuesto, una absoluta novedad en su momento.

Pablo Aparicio Resco

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