sábado, 21 de abril de 2012

El primer plato del Titanic

Imaginemos a un par de jóvenes viajeros, un hombre y una mujer. Están apoyados en la borda de un gran barco, el más grande en el que hayan estado en toda su vida. No tienen muchos recursos pero sí una amplia sonrisa y alguna que otra risotada. El fuerte viento marino de la noche les golpea la cara pero, qué importa, están acompañados de algunas copas de más. La cena o la no cena, unos platos de porcelana medio vacíos y algunos cubiertos completan la escena, el joven los pasea indiferente y al momento, como no podría ser de otra manera, se cree un jodido discóbolo. Le parece no solo divertido sino terriblemente necesario y arroja con todas sus fuerzas aquel plato al mar, que se va haciendo más y más pequeño a medida que se acerca a las oscuras olas, como una estrella que se apaga en medio de la noche, hasta desaparecer con un lejano chlof.

"¿Porqué me suena terriblemente esta historia?", me dije el otro día viendo el especial de Cuarto Milenio sobre el archifamoso Titanic. Cojones, lo había vivido en mis propias carnes. ¿En el Titanic? No, no, garrulo, en aquel barco nocturno que nos llevó de Nápoles a Catania hace ya casi un año. Y pensando "¿Qué será de aquel plato que tiré a lo profundo del mar?", el plato del Titanic que mostraron orgullosos en el programa del señor Iker Jimenez me dio una posible respuesta, la historia de un objeto que merece la pena contar aquí. 



El asunto comienza en 2003, cuando Toni Varela, un gallego -qué oportunos son los jodidos-, se dio una vuelta por la muestra "Titanic: The Exhibition", en la que se exponían piezas originales recuperadas del trasatlántico hundido en el pacífico el 15 de Abril de 1912. Cuando el chaval pasó delante de la vitrina que contenía algunos de los platos de tercera clase se quedó a cuadros: "!Hostias! ¿Qué hace el plato de papá aquí dentro?", se preguntó pegado al cristal. Les dijo inmediatamente a los encargados de la exposición que él tenía uno igual en casa, que se lo había dado su padre, capitán del pequeño pesquero "Pakea Loureans", que ese plato había sido un juguete para él durante toda su vida, que se lo llevaba si querían, que "joder qué emoción". 

Tras enviar el plato a Checoslovaquia, a la fábrica en la que hace más de cien años se hizo toda la vajilla del trasatlántico "insumergible", la exposición recibió el certificado de autenticidad: el plato del gallego estaba en el Titanic cuando éste zarpó de Southampton. En el centro de esa porcelana estaba la banderola de la compañía checa Pirkenhammer y la leyenda "White Star Line" de la propietaria del Titanic.

En 1981, cuatro años antes de que el historiador francés Robert Ballard llegara a los restos sumergidos del Titanic, el pesquero gallego "Pakea Loreans" faneaba en las aguas al sur de Inglaterra y al oeste de Francia que fueron surcadas por el mítico buque en los días 10 y 11 de Abril de 1912, cuando algún joven de tercera clase decidió tirar con todas sus fuerzas el plato al agua, como yo mismo hice casi cien años después en las aguas del sur de Italia. El pescador gallego capturó en sus redes aquel plato a comienzos de los ochenta y desde entonces éste había dado vueltas por su casa como si de cualquier otra baratija se tratara. Hoy, al ser el primer objeto recuperado del Titanic, su valor asciende a más de 600.000 dólares.



¿Será también recogido aquel plato que tiré yo, en aguas de las Dos Sicilias, por algún pescador dentro de cien años? ¿Qué historia se inventarán para explicar cómo el plato ha llegado a sus redes? Es lo que tiene la Arqueología, no es una ciencia, nuestro deber en cierto modo es inventar. No podremos saber nunca exactamente porqué ese plato de tercera del Titanic fue arrojado al agua. ¿O es que a lo mejor se le calló a algún niño patoso? ¿Quizás lo tiró un cocinero cansado de fregar? ¿Fue objeto, a lo mejor, de una disputa de pareja? ¿O se lanzó como parte de una competición improvisada de lanzamiento de disco?

Lo único que sabemos es que estaba en el Titanic. Que cayó en aguas franco-inglesas. Y que lo tuvo que encontrar un gallego. Malditos gallegos. Sin acritud. Con envidia sana.

Pablo Aparicio Resco
@ArcheoPablo




3 comentarios:

  1. Del titanic no creo, ya que ese plato no llevaba ni diez años bajo el mar, si es asi como se recuperó. pero de otro de la misma compañía, es posible. Soñar cuesta tan poco

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  2. Otro error de principiante. La banderola no es de "Pirkenhammer " si no de la White Star line. Evidentemente alguien sabía la historia del Titanic y adquirió ese plato en algún lado y le hizo gracia decir que lo había "pescado" del mar

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  3. Ganas de protagonismo sin duda. Esos platos eran comunes en todos los barcos de esa naviera, o sea que...puede ser de cualquiera de ellos.No necesariamente del Titanic, más bien son ganas de fardar.

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