viernes, 7 de diciembre de 2012

Arqueología desde la vanguardia laboral


Siempre es gratificante que alguien que apostó de forma empresarial por su pasión, la Arqueología, se acerque a las aulas donde nos estamos formando los siguientes reclutas para mostrarnos su visión del presente y del futuro. Dando la vuelta al título de la novela de Remarque, hoy sí que hay novedades en “el frente”. Cada día. Es por eso por lo que he elegido presentar esta reflexión en términos “bélicos”, porque, pese a quien pese, esto es una maldita guerra y estamos metidos en ella hasta el cuello.

Las “bajas” se están sufriendo en la Universidad, en las aulas y en los centros de investigación pero parece que, una vez derribado el frente de la Construcción tras la explosión de la Burbuja Inmobiliaria, uno de los cuerpos que más efectivos ha perdido en el campo de batalla ha sido, precisamente, el de la Arqueología de Empresa.

El pasado 21 de noviembre llegó al cuartel de instrucción, sucio y empolvado, quizás algo exhausto pero con ilusión, uno de los emisarios directamente desde ese frente, con muchas heridas –quizás mutilado– por el estallido de aquella burbuja, que ¡Bum! les explotó justo en la cara. Su división, formada en los tiempos de gloria por más de 50 profesionales, ahora se encuentra maltrecha y sin recursos. Sólo quedan un par de soldados, al resto, desgraciadamente, los ha engullido aquella famosa quimera: la Crisis.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde estuvo el error? ¿Qué hicimos mal? ¿Pecamos de fanatismo económico apuntándonos con demasiada emoción a aquella columna de saqueo indiscriminado? Realmente no tuvimos opción, todo ocurrió demasiado rápido. Se destruía desbocadamente y se necesitaban hordas de arqueólogos que rescataran a contrarreloj toda la información posible de las heridas de la tierra.

Echando la vista atrás, sin embargo, el Capitán Flors sabía que aquello había dejado de funcionar. Muchos soldados echándose el pitillo, sin trabajo, sentados a la puerta de la taberna donde, antes, cada día, eran requeridos para ir al frente. Habían sido buenos tiempos. Se sentían realizados porque se les acumulaba el trabajo, porque se excavaba más que nunca, porque ser arqueólogo por fin tenía una salida autónoma. Quizás fuera una suerte de espejismo.

La estrategia no era la adecuada porque la guerra era terriblemente injusta. Hoy, sólo hay unos pocos arqueólogos de empresa que han conseguido sobrevivir profesionalmente y que buscan desesperadamente desarrollarse como cuerpo de élite y seguir formando parte de esas divisiones de Arqueología de Empresa, que durante unos años gozaron de mucho trabajo y desigual prestigio.



El Capitan Flors se presentó aquella tarde con montones de papeles bajo el brazo, montones de ideas o, más bien, de planos sobre los que construir ideas. La solución pasa por reinventarse, nos dijo, y desplegó ante nosotros aquellos bocetos de un futuro distinto, tácticas de combate más o menos novedosas, algunas extremas hasta rozar el Taylorismo, que gustaron, confundieron o aterrorizaron, pero que no dejaron a nadie indiferente. Quizás eso también es bueno.

Tan enriquecedor como las noticias que nos puso sobre la mesa fue el gran debate que se generó después. Uno de los temas que más conflicto causaron fue el de la “mercantilización” de la Arqueología, el de pensar que lo que debemos crear es un “producto” que debemos vender y que para ello nos debemos servir de estrategias de marketing. Mucha gente se escandaliza porque la Cultura no debe tener precio, porque creen que con ello se enfriaría la pasión por nuestro trabajo para convertirlo todo en una triste lucha por un trono de oro. Yo, sin embargo, creo que no tiene por qué ser así. La clave está en la ética de trabajo: tenemos todo el derecho del mundo a promocionar nuestro producto arqueológico siempre y cuando pongamos todo nuestro esfuerzo en su perfecta realización. El marketing y la publicidad, que muchas veces se presentan como máquinas del engaño, no tienen por qué serlo si detrás de ellas hay un trabajo serio y profesional, que realmente merezca la pena. En este caso se convierten, por el contrario, en un elemento potenciador de la calidad porque permiten que trabajos verdaderamente enriquecedores lleguen a la sociedad, nuestros verdaderos clientes.

En este sentido, otra de las cosas que tienen fundamental importancia para que la Arqueología tenga un futuro –¡Y con ello nosotros, los arqueólogos, no lo olvidemos!– es la necesidad de una divulgación seria y efectiva. Entiendo por seria una divulgación de calidad, realizada por historiadores con conocimientos periodísticos o periodistas con conocimientos históricos, que transmitan de forma clara los resultados de las investigaciones, ya que, al fin y al cabo, debemos justificar su necesidad ante un público mixto y heterogéneo, normalmente ajeno a labores y términos arqueológicos. Por otro lado, entiendo por efectiva una divulgación complementaria a la tradicional, distinta, más viva, cercana, menos gris, que se convierta en algo divertido e interesante para aquella gente que no comparte otra forma de acercamiento a la Historia. Hacer documentales para historiadores es una pérdida de tiempo.

Yo, por la cuenta que me trae, estoy intentando aportar mi pequeño grano de arena en este sentido, abriendo nuevas vías a la Arqueología tradicional, debido a mi especialización: la Arqueología Virtual. Hago referencia a esto como ejemplo de que existen y se están poniendo en práctica nuevas formas de hacer y difundir la Arqueología y, cada uno, de mil formas distintas, podemos contribuir a crear la Arqueología del futuro. Lo que debemos tener claro es que, de cualquier modo, la nueva Arqueología pasa por salir a la calle, a las redes sociales, a las radios y televisiones. No es posible avanzar en este sentido con el elitismo de raíces decimonónicas que aún puebla gran parte de nuestro ambiente arqueológico. La Arqueología debe ser pública, abierta, seria y de calidad. No puede ser que pidamos a voz en grito “transparencia” a nuestros políticos y que en el día a día de nuestra profesión seamos completamente opacos.

Uno de los objetivos finales de esta serie de estrategias, en lo que atañe a nuestra disciplina, es conseguir la profesionalización de la Arqueología. No solo nominalmente y en los escritos administrativos sino de cara a la gente: es necesario que se nos vea como lo que somos, científicos e historiadores que investigan de forma seria para ofrecer un producto cargado de conocimiento sobre nuestro pasado. Debe quedar claro que nuestros estudios no son fruto de la inspiración artística o de la invención de taberna sino que tienen detrás un duro trabajo, estandarizado, metodológico y costoso. Que se reconozcan los medios de los que necesita una investigación arqueológica –tanto humanos como materiales– y lo provechosa que es su exploración desde el punto de vista cultural, social y económico.



Parece que la emoción de hablar de una Arqueología del futuro me ha llevado a olvidar los términos bélicos. Parece que se ha acabado la guerra. Ojalá esto se haga también realidad y las heridas, mutilaciones y muertes profesionales que hoy en día se producen de forma alarmante en el mundo de la Arqueología queden en un futuro, si no completamente erradicadas, sí muy reducidas. Como veis, está en nuestras manos y parece que la emoción, la ilusión y la imaginación tienen mucho que decir al respecto.


Pablo Aparicio Resco
@ArcheoPablo

(Este texto es una reflexión en torno a la conferencia "La Arqueología como profesión. Borrón y cuenta nueva." realizada por el arqueólogo Enric Flors Ureña, director de ARX. Arxivística i Arqueología, en la Universiad de Valencia el 21 de Noviembre del 2012)

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