lunes, 11 de mayo de 2009

Progreso

Pablito contaba con tan solo tres años cuando subió por primera vez sobre aquellos tablones de madera. Su padre era muy joven y se dedicaba al trueque y fue el que le aupó sobre el carruaje de nogal que le cambiaría la vida. ¡Aquello se movía! ¡Le parecía increible! ¡Sin usar las piernas! El aire, el sol, aquellas sensaciones mágníficas se reflejaban en su joven rostro con una sonrisa.

Durante el viaje, Pablo vio desaparecer al caballo, que se fue trasformando en una tupida nube de humo negro. ¿Qué extraño sortilegio era ese? "Progreso", le contestaba su padre, el mercante. El carruaje de acero corría ahora más rápido y había crecido, dejando atrás más y más árboles, pero también el helado frío del invierno, que había dejado de golpear su cara.

El polvo y las rocas del camino daban paso al traqueteo de una vía y Don Pablo miró por la ventana, extrañado, al ver que el humo negro, que antaño fuera caballo, se había ocultado dejando en su lugar tejido un pentagrama de finos cables que pendían sobre su cabeza. ¿Qué clase de ingenio mecánico era ese? "Progreso", le contestaba su padre, el banquero. Y, mientras una voz sin vida anunciaba la próxima parada, más y más árboles iban quedando atrás, solitarios y caídos.

El Señor Don Pablo olvidó, quizás ya no lo oía, el traqueteo de las vías, ya casi no recordaba la tediosa marcha de un solo caballo pues veía que, durante su fugaz viaje, había comenzado a dejar atrás a los pájaros, ahogados de gris y negro. ¿Qué tipo de truco informático era ese? "Progreso", le contestaba su padre, el economista. Y, mientras cerraba los ojos, el Señor Don Pablo se preguntaba si habría cogido el camino en sentido contrario.

Pablo Aparicio Resco

No hay comentarios:

Publicar un comentario