viernes, 14 de septiembre de 2012

Las destrucciones de Pompeya


Hoy en día, cualquiera que ponga un pie en esta ciudad a las faldas del Vesubio pensaría que Pompeya ha sido especialmente respetada por el tiempo. Todo lo contrario: guerras, terremotos, erupciones, saqueos, arqueología, turismo... la ciudad de Pompeya parece haber nacido con mala suerte, o quizás será el precio de la eternidad. Pasemos revista a sus sucesivas destrucciones


El Asedio de Sila (89 a.C.)


Cerca de la Puerta de Herculano se observan los impactos del asedio de Sila del 89 a.C.
Pese a que seguramente fuera presa del fuego con anterioridad -probablemente en el s. V a.C., durante la conquista de la Campania por parte de los Samnitas- el primero de los verdaderos "ataques a la integridad física" de Pompeya de los que tenemos notable constancia arqueológica se corresponde con el asedio de la ciudad por Sila en el 89 a.C., dentro del contexto de la llamada Guerra Social. El optimate romano golpeó con fuerza la ciudad, y todavía podemos observar el impacto de los proyectiles de las armas de asedio en parte de la muralla que rodea la ciudad, concretamente al noroeste, cerca de la Puerta de Herculano. 


El terremoto del 62 d.C.

Sin embargo, probablemente la primera de las grandes destrucciones de la ciudad llegó en el 62 d.C., cuando un gran terremoto destruyó gran parte de Pompeya. No sólo los autores clásicos como Tácito nos han transmitido la gran destrucción que se produjo por entonces, sino que también conservamos el espectacular testimonio gráfico de los pequeños bajo relieves encontrados en un altar en la casa de Lucius Caecilius Iucundus (V.1.26) que nos muestran el terror del terremoto: los arcos y templos temblaron y se inclinaron, los habitantes se apresuraron a sacrificar animales a los dioses, las puertas se abrieron y quebraron. 

Relieves de la Domus de L. Caecilius Iucundus. Escena del Foro durante el terremoto del 62 d.C. A la derecha, un hombre lleva una vaca hacia un altar de sacrificios. 

Relieves de la Domus de L. Caecilius Iucundus. El Castellum Aquae a la izquierda, la Puerta Vesubiana en el centro, un carro huye a la derecha...


La erupción del Vesubio del 79 d.C.

Erupción del Vesubio en Abril de 1872.
Tras el terremoto, muchos edificios se comenzaron a restaurar y pintar de nuevo. Fue entonces cuando, en Agosto del 79, los pompeyanos sintieron de nuevo cómo la tierra temblaba bajo sus pies. Muchos decidieron huir, pues recordaban la catástrofe ocurrida diecisiete años atrás. Hoy sabemos que hicieron bien. Según nos cuenta Plinio el Joven, el 24 de Agosto del 79 d.C. entró en erupción del Vesubio, el gran volcán que protagoniza las vistas del Golfo de Nápoles, y en pocas horas sepultó a la ciudad bajo una lluvia de ceniza incandescente y gases tóxicos. 

Ésta fue quizás la más grande destrucción de Pompeya y gracias a ella observamos la ciudad hoy en día en un "fabuloso" estado de conservación. Quedó cristalizada en el tiempo una ciudad aterrada, en proceso de restauración -los más optimistas ante los primeros temblores de ese Agosto creyeron poder comenzar a restaurar sus casas-, quedaron los cadáveres de avaros y ladrones, pero también de gente que no tenía dónde ir, o de animales que se vieron condenados a la muerte por sus cadenas. 

Sin embargo, debemos olvidar la idílica idea de que Pompeya es una típica ciudad romana cuya vida cotidiana se paró en un día normal para llegar hasta nosotros. Los días antes a la erupción, Pompeya era miedo, carreras y huidas apresuradas, robos, asaltos y violaciones. Eso es lo que nos ha llegado.


Los saqueos posteriores

Sin embargo, los romanos no se olvidaron de la existencia de la ciudad de un plumazo. Cuando todo se hubo calmado muchos volvieron al lugar del desastre -¿Es probable que se hiciera una iniciativa pública para recuperar objetos de valor?- y realizaron una verdadera búsqueda y captura de riquezas, horadando en los muros agujeros lo suficientemente grandes para que cupiera una persona, a través de los cuales pasaban de habitación en habitación. Es por esto por lo que no nos han llegado muchas grandes esculturas y riquezas del foro y los templos, así como de muchas viviendas privadas: gran parte del yacimiento fue saqueado ya en tiempos de los romanos y hasta la tardo-antigüedad. 

Triclinio de la Casa de los Amantes (I.10.11). A la izquierda se ve un orificio realizado por saqueadores de la Antigüedad.

No ocurrió lo mismo -o al menos no con tanta facilidad- en Herculano, que había sido cubierto no por unos metros de ceniza sino por más de 20 metros de lava, mucho más compacta, por lo que se hacía más complejo acceder a la sepultada ciudad. ¿Hasta cuándo continuaron los saqueos? No lo sabemos. Probablemente no cesaron a lo largo de toda la Historia, pero sin duda se hicieron cada vez más esporádicos. 


A la carga con la estratigrafía: Carlos VII de Nápoles.

Grabado de las "escarbaciones" borbónicas del s. XVIII.
A comienzos del siglo XVIII, el interés ilustrado de Carlos VII de Nápoles y de sus hombres hizo que uno de estos, Roque Joaquín de Alcubierre, ingeniero aragonés e interesado por el pasado romano y sus construcciones, encontrara en 1738 restos romanos en terrenos del futuro Carlos III de España. Éste le dio los permisos necesarios para indagar de qué se trataba y así se dio con el Teatro de Herculano. Tras diez años de excavaciones en esta ciudad se iniciaron las prospecciones de Pompeya

En un principio simplemente se buscaban riquezas, se "escarbaba" en busca de tesoros, esculturas, mármoles y monedas, en muchas ocasiones ni siquiera se respetaban los muros que, de nuevo, eran horadados. Poco a poco se fue tomando conciencia de que allí yacía una cultura al completo y comenzaron a interesar otros restos


Excavaciones de Fiorelli a partir de 1861.


Pese a todo, desde las primeras excavaciones borbónicas hasta las últimas décadas del siglo XX se ha producido una continua destrucción de información, fundamentalmente estratigráfica, al excavarse principalmente a la caza de importantes frescos, fabulosos mosaicos, esculturas, herramientas, utensilios cotidianos, etc. El estudio de una correcta estratigrafía que permitiera entender los distintos momentos de la vida de un determinado espacio no se ha llevado a cabo hasta hace relativamente poco. 

Pese a todo, debemos reconocer que el interés puesto por Carlos VII de Nápoles y por Alcubierre, así como por muchos otros que les siguieron en la dirección de las excavaciones de Pompeya, como Fiorelli o Maiuri, provocó que desde entonces la Arqueología comenzara a ser vista con otros ojos, se empezó a entender que ésta no se debía ocupar sólo de la búsqueda de tesoros sino de una pregunta fundamental: ¿Cómo era la vida en el pasado? Y se vio que éramos capaces de darle respuesta. 




Pompeya bombardeada durante la II Guerra Mundial
Noticia de los bombardeos el 31 de Agosto de 1943.



Pese a todo, todavía le esperaban episodios convulsos a la ciudad. Durante el verano de 1943, un escuadrón de bombarderos aliados bombardeó sin piedad el yacimiento de Pompeya. Más de 190 bombas de 400 kg cayeron desde finales de Agosto -curiosamente en la misma fecha de la famosa erupción del Vesubio-, destruyendo gran parte de la Pompeya que había llegado hasta nosotros. En la ciudad vesubiana se realizaban paradas militares y era tenida como símbolo del pasado glorioso que aspiraba recuperar el régimen fascista de Mussolini. Esto hizo que se convirtiera en un objetivo simbólico de los aliados y que perdiéramos infinidad de restos a los que el Vesubio había otorgado su acceso a la eternidad.

La existencia de múltiples fotografías de la ciudad antes de los bombardeos nos puede hacer comprender cómo eran ciertas zonas que quedaron totalmente devastadas. 


Peristilo de la Casa VII.6.7 de Pompeya. A la izquierda, antes del bombardeo de 1943. A la derecha, en la actualidad.


El turismo y el olvido de la Pompeya menos visible

Cientos de turistas visitando Pompeya.
Uno de los últimos torturadores de Pompeya ha sido el turismo desenfrenado. Oleadas de "guiris" y no "guiris" desfilan día tras día por las calzadas pompeyanas detrás de paraguas de todos los colores y voces en todas las lenguas. Los desperdicios campan a sus anchas: latas, botellas, plásticos e incluso preservativos, son encontrados por las calles, casas, tabernae y también en las propias excavaciones, dentro de los registros arqueológicos superiores. El turismo también deja huella arqueológica

Sin embargo, éste no es quizás el mayor problema. El verdadero enemigo del yacimiento en la actualidad es la falta de atención hacia la gran cantidad de espacio excavado (unas 44 hectáreas) que debido a la falta de dinero son abandonadas a su suerte ante el frío, la lluvia, el paso de trabajadores y turistas, etc. En los últimos años estamos asistiendo a continuos derrumbes de muros y techumbres -como el que se produjo a principios de Septiembre en la famosa Villa dei Misteri-, frescos que yacen al aire libre esparcidos por el suelo, cajas de materiales al alcance de la mano de cualquiera, etc. Hechos que ponen en tela de juicio la continuidad del yacimiento. Para frenar esta desastrosa situación se ha puesto en marcha el "Gran Proyecto Pompeya", gracias al cual la UE invertirá dinero en la consolidación y restauración de la ciudad romana. Sin embargo, muchos son todavía escépticos con respecto a la eficacia de este proyecto, que corre el peligro de caer también en las redes de la Mafia, resultando mínimo el dinero que llegaría de facto al yacimiento.

La basura reina en muchas zonas de Pompeya.

Por otro lado, en muchos casos el dinero se ha administrado mal, aportando grandes cantidades a los edificios que se encuentran más a la vista, dentro del recorrido turístico, como por ejemplo a aquellos de la Via de la Abundancia, y olvidando otros igual de importantes o más. Se han realizado además fastuosos espectáculos en el Anfiteatro u organizando teatrales visitas nocturnas. Muchas de estas inversiones deberían ser secundarias si no queremos perder gran parte de lo que ya hemos sacado a la luz



¿Qué va a pasar a partir de ahora?

Esta serie de destrucciones no pretende desanimar ni demostrar que Pompeya está destinada a desaparecer. Todo lo contrario. Pretende ser una llamada de atención ante la situación actual pues tenemos que ser conscientes de que todas las destrucciones son negativas y ahora mismo estamos inmersos en una de ellas. Sin embargo, Pompeya siempre ha salido de las anteriores, con peor o mejor fortuna. En nuestra mano está aprender de las destrucciones del pasado -provocadas o no por el hombre- para darnos cuenta de la terrible pérdida que supone no sólo para la investigación sino para el disfrute de las próximas generaciones. 

La gran ciudad del Vesubio lleva emocionando durante siglos a la Humanidad y es nuestro deber procurar que esto siga así. Las nuevas técnicas de conservación y restauración, ayudadas por las nuevas tecnologías informáticas de documentación y virtualización, son nuestra mejor baza para ganar esta nueva batalla a la destrucción y gracias a ellas nos encontramos en mejor situación que nunca. 

Ahora es nuestro turno. 


Pablo Aparicio Resco
@ArcheoPablo

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